Esta flor de olor agradable y sabor penetrante tiene su origen en Europa y se encuentra alrededor de jardines, y terrenos cultivados y secos en Europa, América del Norte y América del Sur, aunque se puede encontrar como flor silvestre en muchas extensiones de campos sin cultivar. De hojas blancas, es conocida por sus propiedades curativas desde la Edad Media, aunque no se empezó a sembrar hasta el siglo XVI en Inglaterra.
Hierba perenne, las flores amarillas de la manzanilla en forma de disco no superan un centímetro de diámetro y llegan a elevarse hasta 60 centímetros sobre el suelo; los pétalos blancos, alrededor de 20, que la rodean, están finalmente divididos en dos, lo que la hacen fácilmente diferenciable del resto de las flores.
Para su consumo existen realmente dos especies de manzanillas: la alemana (curiosamente llamada también húngara) y la romana (denominada también inglesa). El tipo alemán es el de uso más común en Europa continental y el que se emplea casi con exclusividad en Estados Unidos y Latinoamérica, mientras que el tipo romano es más común en Gran Bretaña. Aunque ambos son químicamente idénticos y se emplean con fines semejantes.
La manzanilla ha sido empleada durante siglos, y ha sido especialmente venerada en Europa, donde alcanzó el rango de medicina para todo. El gran poeta irlandés Thomas Moore (1779, Dublín, Irlanda - 1852, Bromham, Reino Unido) incluso cantó sus alabanzas en un poema, sugiriendo que los médicos deberían agradecer los dones de la manzanilla portando guirnaldas con ella, pero fue a partir de la Edad Media cuando su popularidad no ha dejado de aumentar en todo el mundo.
Sin embargo, en muchas ocasiones la comunidad científica ha puesto en duda los beneficios reales de la manzanilla que, por contraposición, ha sido merecedora de la confianza por parte de la inmensa población que siempre ha mantenido en su despensa esta flor seca para aliviar sus males estomacales, los dolores menstruales de las mujeres o simplemente sus desvelos.
Pero el hecho es que la manzanilla ha sido utilizada a lo largo del mundo occidental durante tanto tiempo que su efectividad ya no es motivo de mucha discusión. Por esta razón, los científicos no han seguido profundizando en las verdaderas razones para determinar el porqué de estas cualidades beneficiosas, sobre todo como sedante de la ansiedad nerviosa.
Los estudios realizados en animales sugieren una doble acción en el consumo de la manzanilla en su versión como aceite, y los efectos de esta flor como infusión. Así, se ha demostrado que el aceite de manzanilla administrado por vía oral reduce la tensión arterial y ralentiza el pulso cardiaco y la frecuencia respiratoria en perros y gatos. Y ambos productos de la manzanilla contienen flavonoides, que han demostrado tener un efecto antiespasmódico, especialmente en los tejidos del tracto gastrointestinal.
La mayor parte de la investigación contemporánea sobre esta planta en humanos se ha centrado en sus beneficios por sus propiedades curativas, aunque, en estos estudios se resaltan sus cualidades sedantes y calmantes. Algunos estudios, en los que se proporcionaron dosis orales de extracto de manzanilla a pacientes que pasaban un proceso cardiaco, sugieren que ésta podría incluso ser un efectivo inductor del sueño.
Su capacidad para curar calambres en el tracto gastrointestinal convierte a esta planta en un remedio ideal para la ingestión nerviosa, las molestias estomacales e incluso las náuseas. Los estudios demuestran que tiene también un efecto curativo cuando se aplica a las heridas de la piel, las abrasiones y las infecciones. Esto junto con su efecto antiespasmódico, puede explicar por qué se ha usado tradicionalmente para tratar las úlceras gástricas.
En Centroamérica, las mujeres embarazadas, al dar a luz, tienen por costumbre tomar infusiones de manzanilla junto con anís y romero para reducir la hinchazón del vientre que suele permanecer tiempo después del parto.
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