Cuenta la leyenda que el 24 de abril del año 1124 a.C. (aunque hay autores clásicos que sitúan la efeméride en otras fechas), tras diez largos años de asedio que habían minado su moral y causado enormes bajas entre sus filas, los griegos penetraron en la inexpugnable Troya valiéndose de un enorme caballo de madera que los troyanos, en su inocencia, introdujeron en la ciudad. Los primeros relatos que hacen referencia a este acontecimiento, mítico o histórico, los hallamos en la literatura, concretamente en la Odisea de Homero: "Canta sobre el caballo de madera (de olivo) que construyó Epeo junto con Atenea y que el divino Odiseo llevó hasta la acrópolis a manera de engaño, llenándolo de los hombres que destruyeron Troya…".
La ciudad de Troya se alzó en la colina de Hissarlik, que domina el estrecho de los Dardanelos, en la actual Turquía, y su primer asentamiento se remonta al año 2.700 a.C., cuando los griegos colonizaron la costa oeste de Asia Menor. Tras ser rescatada de las nieblas del tiempo por el aventurero alemán Heinrich Schliemann en 1872, los escépticos que dudaban de su existencia tuvieron que reconocer, aunque fuera a regañadientes, que, en efecto, la mítica ciudad cantada por Homero realmente existió.
Pero ¿fue tomada tal como cuenta el poeta en la Odisea? De hecho, el caballo de Troya se ha convertido en uno de los mitos más famosos y perdurables de la Antigüedad clásica y ha hecho correr ríos de tinta. Muchos estudios se han centrado en si realmente el caballo fue real o por el contrario fue solo un mito. Esos mismos estudios se hacen asimismo muchas preguntas, como por ejemplo cómo pudo haberse construido un caballo de tan colosales proporciones en tan poco tiempo y de donde salió la madera con la que los griegos presuntamente lo fabricaron.
NI RASTRO DEL CABALLO DE TROYA
La legendaria guerra de Troya se narra en la Ilíada, el inmortal poema épico compuesto por Homero que, según la opinión mayoritaria de los expertos, fue escrito durante la segunda mitad del siglo VIII a.C. (aunque otros especialistas sitúan la acción en el siglo VI a.C.). Tras el rapto de la hermosa Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón de Micenas, los espartanos formaron una liga con otras ciudades griegas para atacar Troya y rescatar a su reina. Según Homero, la flota invasora estaba compuesta por más de mil barcos, que asediaban Troya durante el verano y regresaban a sus ciudades el resto de año.
Pero tras diez años de infructuoso sitio, la ciudad sólo pudo ser tomada mediante un engaño concebido por uno de los héroes griegos más ingeniosos: Ulises, rey de Ítaca. Para lograr tomar de una vez Troya, ideó un enorme caballo de madera donde se introdujo un grupo escogido de guerreros. El astuto Ulises hizo creer a los troyanos que los griegos, hartos del conflicto, habían abandonado Troya y regresado a sus casas. Y que para tener una buena travesía habían dejado en la orilla un regalo para los dioses, un gigantesco caballo de madera que los confiados troyanos introdujeron en la ciudad a pesar de las advertencias del sacerdote Laocoonte.
Durante la noche, y aprovechando los festejos que se estaban llevando a cabo para celebrar el fin de la guerra, los griegos salieron del caballo y abrieron las puertas de la ciudad para dejar entrar al ejército. El resto es historia.
Miles de años después de que presuntamente tuvieran lugar esos terribles acontecimientos, las excavaciones llevadas a cabo por Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, en Hissarlik, en el siglo XIX, permitieron conocer más sobre los habitantes de Troya y su forma de vida. Aunque de lo que no quedó ni rastro fue de los restos del famoso caballo, y tampoco es de extrañar, porque si realmente existió alguna vez un artilugio de esas características, y estaba hecho de madera, sería bastante difícil que se hubiese conservado.
Pero, en caso de haber existido, ¿cómo era el famoso caballo? De hecho, ha sido el poeta Trifiodoro en su obra La toma de Ilión quien ha dejado la descripción más extensa que se conoce sobre el caballo de Troya. En el poema, el autor, que narra un sinfín de detalles tanto de la construcción como de su aspecto, dice de él que era una obra impresionante, dotada además de una gran belleza. Por ello suscitó una gran admiración entre los troyanos, que no sospecharon que la muerte se escondía en su interior.
Sea como fuere, el misterio de su construcción sigue aún vigente, ya que de haber existido este artefacto se especula con que los griegos podrían haber utilizado la madera de sus propios barcos para construirlo.
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