¿Puede ser Wilt Chamberlain el mejor jugador de la historia del básquet?
Hoy en día casi nadie se lo plantea. Un tal Michael Jordan se lleva todas las elecciones. O casi. Y que estén LeBron James y Magic Johnson bien arriba en esa lista tampoco hace sencillo que el pivote nacido en Filadelfia se lleve ese lugar de privilegio. Pero, claro, lo que hizo Chamberlain como jugador, no lo hizo nadie. Sus números y sus récords. Su dominio en la NBA. No son pocos los que creen que si hubiese ganado un poco más con sus equipos (tiene dos anillos), sí podría ser considerado el mejor de siempre.
Ganó dos anillos de campeón, pero consiguió 72 marcas totales, su voracidad por los récords obligó a la liga a modificar varias reglas y se animó a poner en duda el reinado de Michael Jordan. Además, brilló en otros deportes, escribió libros y hasta filmó con Schwarzenegger.
Wilt no sólo es el único jugador en meter 100 puntos en un partido, marca que probablemente nadie superará nunca más. También es el único jugador en terminar su carrera –de 14 temporadas- con promedios de doble dígito (30.1 y 22.9), además de ser el dueño de 72 récords totales y de los cuatro mayores promedios de puntos de la historia: en la 61/62 logró la friolera de 50.4 puntos, en la 62/63 tuvo 44.8, en la 60/61 llegó a 38.5 y en la anterior a 37.6. Recién después aparece Jordan con 37.1 (en la 86/87).
Hablamos de un jugador que siete años fue el goleador, en 11 resultó el máximo reboteador y hasta fue el líder de asistencias en una campaña (8.6 en la 66/67). Un verdadero animal que, por su apabullante dominio, cambió hasta las reglas del deporte…
Pero, en este relato que describirá su legado, hablaremos mucho más que de la primera gran superestrella que tuvo la mejor competencia del mundo, porque Chamberlain fue un deportista completo que brilló de chico en el atletismo y, cuando se retiró, se destacó en el vóley –fundó un equipo, fue presidente de una asociación y hasta entró al Salón de la Fama del deporte- y hasta estuvo a punto de protagonizar una pelea con Muhammad Alí, a quien desafió en 1971.
Además, fuera del campo, siempre tuvo una personalidad extrovertida y polémica que lo puso en el centro de la escena. Abrió una discoteca en NY, grabó un disco, protagonizó una película con Arnold Schwarzenegger, escribió tres libros, participó de varias publicidades y admitió ser tan mujeriego que, en su primer libro (A view from above, 1991), aseguró haber tenido sexo con 20.000 mujeres. Porque Wilt también fue eso, una persona que, por momentos, sonaba arrogante y en otros, analítico y brillante. Una vida plena, que tuvo de todo y terminó a los 63 años por un repentino ataque al corazón.
Wilt nació en Filadelfia, en una familia de clase media, con una madre que trabajaba como empleada doméstica y un padre que se ganaba la vida como personal de mantenimiento. Se crió junto a sus ocho hermanos y, de chico, mostró cualidades, sobre todo físicas, muy distintas a las del resto de los chicos.
Hablamos de un jugador que siete años fue el goleador, en 11 resultó el máximo reboteador y hasta fue el líder de asistencias en una campaña (8.6 en la 66/67). Un verdadero animal que, por su apabullante dominio, cambió hasta las reglas del deporte…
Pero, en este relato que describirá su legado, hablaremos mucho más que de la primera gran superestrella que tuvo la mejor competencia del mundo, porque Chamberlain fue un deportista completo que brilló de chico en el atletismo y, cuando se retiró, se destacó en el vóley –fundó un equipo, fue presidente de una asociación y hasta entró al Salón de la Fama del deporte- y hasta estuvo a punto de protagonizar una pelea con Muhammad Alí, a quien desafió en 1971.
Además, fuera del campo, siempre tuvo una personalidad extrovertida y polémica que lo puso en el centro de la escena. Abrió una discoteca en NY, grabó un disco, protagonizó una película con Arnold Schwarzenegger, escribió tres libros, participó de varias publicidades y admitió ser tan mujeriego que, en su primer libro (A view from above, 1991), aseguró haber tenido sexo con 20.000 mujeres. Porque Wilt también fue eso, una persona que, por momentos, sonaba arrogante y en otros, analítico y brillante. Una vida plena, que tuvo de todo y terminó a los 63 años por un repentino ataque al corazón.
Wilt nació en Filadelfia, en una familia de clase media, con una madre que trabajaba como empleada doméstica y un padre que se ganaba la vida como personal de mantenimiento. Se crió junto a sus ocho hermanos y, de chico, mostró cualidades, sobre todo físicas, muy distintas a las del resto de los chicos.
Comenzó con el deporte como recomendación médica para fortalecer un organismo que había tenido problemas de salud, sobre todo con la neumonía, y rápidamente se encontró con su tabla de salvación… En la primaria empezó a practicar atletismo con resultados que presagiaban un futuro promisorio. Llegó a saltar 1m98 en altura y 6m70 en largo, a correr las 440 yardas en 49 segundos, las 800 en 1m58 y a lanzar la bala en 16m27.
Pero el crecimiento en su altura (a los 10 años ya medía 1m83) hizo que, en séptimo grado, comenzara a jugar al básquet. A los 13, cuando ingresó al secundario Overbrook, en el Oeste de Filadelfia, tenía un físico prodigioso de 2m11 que le permitió, junto a sus progresos, ser uno de los jugadores de high school más dominantes de la historia. Llegó a anotar 90 puntos en un partido y logró dos campeonatos. En su último año promedió 50 tantos en los primeros 16 partidos y terminó esos tres años colegiales con 37.4, pese a que lo llegaban a marcar hasta con hasta cuatro jugadores. Un diferente que, en el verano de su segundo año, trabajó en el famoso Hotel Kutsher de Nueva York y sorprendió al mismísimo Red Auerbach, mítico DT de los Celtics, cuando fue invitado a practicar con BH Born, pivote campeón mundial con Estados Unidos (en 1954) y, para varios, el mejor jugador universitario de la época. Dicen que fue tal la paliza que le dio Wilt que Born ya no tuvo la misma confianza y nunca llegó a la joven NBA.
No sorprendió que, a los 16 años, Chamberlain se diera cuenta de que el básquet colegial no era desafío y quisiera probar en otro nivel. Para eso tomó una identidad falsa (George Marcus) para poder jugar una temporada para un equipo semiprofesional de Pensylvania y así no perder la elegibilidad para entrar a la universidad. En la 54/55 promedió 54 puntos en temporada regular y 74 en playoffs para que los Quakertown Fays fueran campeones. La fama nacional creció hasta el punto que su entorno aseguró que más de 200 facultades mostraron interés en reclutarlo. Se lo terminó llevando Kansas. Por cuestiones racionales, Wilt no quería jugar en su ciudad ni tampoco en el sur del país. Por eso, atrapado por la propuesta del DT Phog Allen, se sumó a los Jayhawks. En la primera temporada promedió 29.6 puntos y 18.9 rebotes, guiando al equipo a la final de la NCAA, que perdió 81-80 ante North Carolina tras tres suplementarios. En la segunda, ya sin Allen y con algunos problemas de salud, se mantuvo en esas medias (30.1 y 17.5), pero no accedió al Final 4 y decidió que era momento de dar el salto al profesionalismo.
Pero, claro, como siempre fue un talento precoz, se fue antes de que pudiera entrar a la NBA, ya que aún no había terminado la universidad y no se podía presentar al draft. Por eso decidió firmar con los famosos Harlem Globetrotters por una suma que ningún NBA ganaba: 50.000 dólares. Wilt se transformó en la gran atracción del mítico equipo que daba show más que competía y participó en la histórica gira por la Unión Soviética, en 1959. Lo hizo por dinero pero también para sumarse al equipo que siempre había admirado y para jugar con su ídolo y referente, el pivote Meadowlark Lemon, quien fue ícono de aquel virtuoso equipo tras 24 años de permanencia y más de 16.000 partidos jugados en 97 países distintos. “Meadowlark ha sido el jugador más sensacional e increíble que vi en mi vida. La gente apuesta por Doctor J o Jordan, pero mí fue Lemon”, opinó en una entrevista poco antes de su muerte, en 1999.
Al tener a Meadowlark, el dueño de los Globetrotters, Abe Saperstein, usó a Wilt de base: era impactante ver a un 2m16 manejando la pelota como lo hacía Chamberlain, quien siempre se sintió atraído por lo generaban los Globetrotters y con ellos pudo demostrar sus otras cualidades técnicas. Wilt jugó una sola temporada entera (58/59), pero tuvo otras apariciones en los recesos de la NBA. Por eso el equipo, además, retiró la camiseta N° 13 que usó en aquellos shows.
Wilt había sido elegido en el draft en 1955, tras una selección territorial que le permitieron a los Warriors de Filadelfia, su ciudad, pero recién pudo entrar a la NBA en 1959, porque el requisito era que cumpliera cuatro años universitarios. Allí comenzarían 14 años de dominio, al menos desde lo individual. Desde la primera temporada, en la que fue el máximo anotador (37.6) y rebotero (27), además del MVP del All Star Game, tras meter 27 puntos y bajar 27 recobres. Único que logró esas tres cosas en una temporada de novato. Así fue que el equipo pasó de ser uno de los peores a quedarse con el segundo mejor récord y pelear el título. Pero ahí comenzaría el karma de Chamberlain. En la final del Este caerían ante Boston Celtics, un equipo que formaría una dinastía y frustraría los sueños de campeón una y otra vez.
Mientras compartieron división, Philadelphia nunca llegó a la final NBA y los Celtics, con el gran Bill Russell ocupando la misma posición de Wilt, se llevaron 11 títulos en 13 años. Los duelos Russell-Chamberlain fueron épicos. Bill, un gran defensor, en un mejor equipo, ante un Wilt, el mejor jugador ofensivo aunque sin tanta ayuda. Una rivalidad que se dio en la cancha pero también afuera. Por caso, Chamberlain fue el primer jugador en cobrar 100.000 dólares en una temporada y, cuando Russell renovó, pidió ganar 101.000, para superarlo en salarios…
Wilt nunca detuvo su voracidad en el juego y en su tercera campaña alcanzó la temporada más dominante de un jugador en la historia. Con 25 años, jugando prácticamente todo el partido, promedió 50.4 puntos y 25.7 rebotes. El 8 de diciembre, con 78 tantos y 43 recobres ante los Lakers, dio aviso de lo que se vendría el 2 de marzo del 62, la noche mítica de los 100 puntos. Había poco más de 4.000 personas en el Hersheypark Arena de Pensilvania cuando empezó el show de Wilt. Fueron 41 puntos en la primera mitad pero, ya en la segunda, se encendió y, a medida que se acercaba al récord, la gente sólo pedía a los gritos que se la dieran a él. El pivote metió 31 en el último cuarto para llegar a las tres cifras cuando quedaban 41 segundos. Una invasión de público se produjo en la cancha. En total, para el triunfo de Philadelphia sobre los Knicks por 169-147, lanzó 63 tiros de campo y anotó 36, tiró 32 libres, encestando 28. Una noche iluminada teniendo en cuenta que nunca tuvo una gran eficacia en libres (51%).
Pero, mientras los medios de la época hablaban de hazaña, algunos intentaron minimizarla. “Su incesante búsqueda de récords individuales me indica que realmente nunca supo cómo se debía jugar para ganar en equipo”, criticó Bob Cousy, base y MVP de los Celtics, en 1957. Sus detractores puntualizaban en la excesiva voracidad ofensiva y su poco aporte en defensa –nunca salió por foules en 1045 partidos-. En el repetido relato opositor, los récords de Wilt se anteponían al éxito colectivo de Boston y tal vez fue eso lo que convenció a Chamberlain en enfocarse en otros aspectos, en potenciar al equipo desde otros lugares. Por eso subió sus pases –fue líder en asistencias en una temporada- y la defensa –clave en el título que logró con los Lakers en 1972-.
Seguramente aquella madurez le permitió, al fin, alcanzar su primer título, en 1967, ya mejor rodeado, en este caso con figuras como Hal Greer y Billy Cunningham, tras poder sacarse de encima a la bestia negra, los Celtics, en la final de conferencia. Y luego un segundo, ya en los Lakers (1972), tras exigir un traspaso en 1968, con estelares como Gail Goodrich y Jerry West y un entrenador –como Bill Sharman- que explotó al máximo la virtudes defensivas de un Wilt de 35 años que se había decidido a hacer lo necesario para volver a ser campeón. Aquel título del 72 llegó luego de dos frustraciones más ante los Knicks de Willis Reed y ante los Bucks de Lew Alcindor –Kareem Abdul-Jabbar-, con quien tampoco nunca se llevó bien. En la siguiente perdió otra final, en este caso contra los Knicks –se vengaron de la derrota del 72-, y se retiró de la NBA.
Ya cansado, tenía otra idea en mente: buscar competir con la NBA. Firmó con los San Diego Conquistadores de la nueva competencia, la ABA, para ser jugador-entrenador, aunque sólo pudo hacer el papel DT por tener contrato vigente con los Lakers y la Justicia fallar en favor del equipo angelino. Pero, más allá de haber ganado mucho menos de lo que su talento sugería y más de un polémica por su forma de ser y cierto individualismo, Chamberlain fue tan completo y dominante que se cree que, en un partido, el 18 de marzo del 68, hizo el único quíntuple doble de la historia. La estadística oficial habla de 53 puntos, 32 rebotes y 14 asistencias, pero Harvey Pollack, periodista y director de información de estadística de los Sixers en la época, asegura que también sumó 24 tapones y 11 robos en el 159-128 sobre los Lakers. Números que no pasaron a la historia porque, en aquella época, la NBA aún no llevaba estadísticas oficiales de esos dos rubros. Sería una marca más, entre las 72 que hoy ostenta Wilt, 68 en soledad. Incluyendo, en un partido, más puntos, tiros de campo anotados e intentados en un partido, lo mismo en una mitad, también más puntos y rebotes en una temporada, más partidos anotando más de 40 (271), 50 (118) y 60 puntos (32), entre otros récords que todavía permanecen.
Wilt fue, en especial, una máquina ofensiva, con un arsenal muy completo. Altura, capacidad atlética, potencia física, mentalidad voraz, técnica y algunos movimientos distintos, como el finger roll (bandeja sutil haciendo rolar la pelota por la yema de sus dedos) y el fadeaway (tiro que hacía girando y saltando en dirección contraria al defensor y el aro). Chamberlain defendió siempre su legado y, en especial, el lugar en la historia. Siempre consideró que debía estar más arriba en la consideración de los especialistas, incluso por encima de Jordan. “Miro hacia atrás y veo que mis primeros siete años comparados con mis siete últimos son una broma en términos de anotación. Paré de lanzar porque los entrenadores me pidieron hacerlo y lo hice. Terminé promediando 30 puntos, casi como Michael, pero podría haber estado en 40. Todo es opinable, lo único que no lo es tiene que ver con que conmigo se cambiaron las reglas para hacerme la vida más difícil y, en el caso de Jordan, para hacérsela más fácil”, analizó haciendo referencia a que al menos se cambiaron tres reglas del juego por el abrumador dominio que generaba Chamberlain. Primero, se amplió la zona de los tres segundos –debajo del aro para que no pudiera quedarse ahí esperando la pelota-, de 3.6 a 4.8 metros, segundo se prohibió que el mismo lanzador del tiro libre pudiera ir a buscar el rebote y tercero, que el jugador defensivo no pudiera tocar o desviar la pelota cuando estuviera por encima del cilindro imaginario del aro.
Ya retirado y sin ganas de ser entrenador, entró de lleno en la industria del entretenimiento. Abrió una discoteca en Harlam llamada Smalls Paradise, grabó publicidades con varias marcas de ropa y hasta participó en la película Conan, el Destructor; con Arnold Schwarzenegger, en 1984. También escribió libros interesantes (Wilt: Just Like Any Other 7-foot Black Millionaire who Lives Next Door en 1971, View from Above en 1991 y Who’s Running the Asylum? Inside the Insane World of Sports Today, en 1997), en los que contó su historia y mostró sus facetas de estrellas y ciudadano controvertido con puntos de vistas en todo tipo, racismo, dinero, fama, drogas y hasta sexo. Allí aseguró que había estado con 20.000 mujeres y, cuando fue atacado por movimientos feministas y hasta por cuestiones de sanidad, en pleno crecimiento del HIV, nunca lo negó y sólo fue enfático al decir que se había acostado con una mujer casada. “Sólo hacía lo que era natural: perseguir mujeres lindas, fueran quienes fueran y estuvieran donde estuvieran”, dijo. Según amigos, a Wilt le encantaban los tríos.
Según su círculo íntimo, tuvo relaciones con 23 mujeres diferentes en un viaje de 10 días por distintas carreteras. Cuentan que, como Wilt dormía muy poco, solía llevarse una mujer a la cama cada vez que no podía conciliar el sueño. También el número que dio generó polémica. Un amigo cercano de la infancia, Tom Fitzhugh, admitió que no recordaba que de adolescente el pivote tuviera citas. “Probablemente era virgen cuando dejó el secundario”, tiró. Si fue así y Wilt empezó con el sexo a los 18 años, eso da una media de 1.5 mujer por día durante 37 años. ¿Habrá exagerado the Big Dipper? Lo seguro es que nunca se casó, reconoció un hijo ni tampoco nunca se conoció la existencia de uno…
Más allá de incursionar en otros mercados y disfrutar de la vida, a su manera, Wilt nunca pudo despegarse del deporte y tal vez de su ego, intentando seguir demostrando que podía a jugar a todo. Por caso, se metió de lleno en el vóley. Comenzó en las playas de Santa Monica jugando al beach vóley cuando conoció a Gene Selznick, mítica figura que está en el Salón de la Fama de ese deporte. “Le llevé a la playa y lo introduje en una nueva vida. Le encantaba el deporte y realmente jugaba muy bien para alguien que nunca había tocado una pelota de vóley hasta los 34 años”, admitió Selznick. Aseguran que no era muy bueno de manos, ni tampoco en el bloque, pero que rematando era una verdadera amenaza. “Wilt amaba la vida de playa, jugar, meterse al agua y estar con chicas lindas”, agregó Ed Beckey, un amigo de aquellos duelos en las arenas californianas.
Tan fanatizado se volvió que quiso trasladar esa pasión al vóley indoor y armó un equipo masculino llamado The Big Dippers y otro femenino denominado The Little Dippers, ambos en honor a su apodo. En aquella época, el vóley se estaba popularizando y muchos creen que Chamberlain, con su presencia famosa, ayudó a ese impulso. Donde jugaba él, la cancha se llenaba y así, en 1975, ayudó a fundar la primera competencia nacional (Internacional Volleyball Association), que llegó a tener 14 equipos. En 1978, Chamberlain fue el comisionado de la competencia y jugó algunos partidos en un equipo de Seattle. Un problema de drogas, protagonizado por dueños de equipos, hizo que en 1980 la asociación y el torneo terminaran desapareciendo.
Aseguran que Chamberlain, aburrido, intentó un regreso a la NBA, ya pasado los 40 años. Larry Brown, DT de los Cavaliers, reconoció haberle hecho una oferta cuando tenía 45 y se cree que, cinco años después, los Nets de Nueva Jersey intentaron lo mismo al ver que seguía en gran estado físico, incluso corriendo maratones. Pero tal vez lo que más llamó la atención fue cuando estuvo a punto de hacer una pelea con Muhammad Ali, para muchos el mejor boxeador de la historia. Fue, en realidad, antes de retirarse, en 1971, y respondió a su fanatismo por el boxeo y, claro, a su búsqueda de buscar otras opciones económicas. Ambos se conocían: Wilt concurría a sus peleas e incluso en marzo de 1967 ambos habían estado en el Show de Howard Cosell en TV y habían hablado de una potencial pelea entre ambos. Todo quedó en eso durante tres años en los que Ali fue suspendido por no negarse al servicio militar estadounidense y se retomó con su regreso, tres años y medio después.
Fue cuando Chamberlain decidió desafiarlo. “Pensé que estaba haciendo un chiste pero luego supo, por otros basquetbolistas afroamericanos que conozco, que es un buen luchador, entonces decidimos avanzar en la propuesta”, admitió Ali. Todo listo estaba para la velada del 4 de octubre, en el estadio Astrodome de Houston. Incluso estaba listo el afiche que asegura que, en la pelea preliminar, estaría nuestro Ringo Bonavena (ante Al Lewis), quien había hecho un muy buena pelea ante Ali, pocos meses antes, en diciembre de 1970, en el Madison Square Garden.
Hay que recordar que Muhammad había regresado al boxeo en octubre del 70, tras tres años y medio sancionado, y todavía no había perdido una pelea (récord de 31-0) desde su inicio como profesional en 1960. Angelo Dundee, el entrenador de Ali, le dijo a su pupilo que no debía hacer esa pelea y Muhammad le respondió. “¿Por qué no? Si parece que él puede pelear”. Entonces, Dundee se paró arriba de una silla y le dijo “fíjate si podés golpear acá arriba”, dejando claro la diferencia de 25 centímetros que había entre ambos. “Es alto, fuerte, pesado y tiene la ventaja de distancia, tal vez sea más duro que Joe Frazier, pero yo soy Muhammad Ali”, declaró quien fuera tres veces campeón del mundo de peso pesado y terminaría con récord de 56-5 tras 21 años de carrera. “Lo respeto muchísimo, pero sé que puedo ganarle. Ya tengo un entrenador que puede ponerme bien y tengo una ventaja: yo sé todo lo que él puede hacer pero él no tiene idea de lo que yo puedo ser capaz”, declaró el siempre verborrágico Chamberlain.
La versión oficial dice que la pelea estuvo muy cerca de hacerse, pero que se cayó por dinero. Se le había prometido a Wilt un total de 500.000 dólares limpios, ya deducidos los impuestos, y cuando hubo que firmar, aseguran que había que descontarlos. Cuando Ali se enteró, ofreció dividir su bolsa, de 1.500.000 en partes iguales, pero el rincón del basquetbolista dijo que no, porque sentía que nuevas cosas podrían surgir en el medio. “Wilt es mi amigo y si él no quiere pelear, yo tampoco quiero pelear”, cerró Muhammad poniendo un manto de piedad al fracaso de las negociaciones y a la enorme expectativa que se había creado en todo Estados Unidos. “Me podría haber noqueado y ganado, pero yo también le podría producido un daño grande”, completó Wilt.
Así era Chamberlain. Un talento físico sin igual, con una gran mentalidad, mucha ambición y una autoconfianza a prueba de balas. La misma que le permiten estar en la discusión por ser el mejor basquetbolista de la historia.
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